El príncipe de mimbre camina descalzo en un mundo hostil, lejos queda su inexistente reino donde hay un refugio para él; en el camino intenta entender un mundo que le es ajeno, en el que no se siente comprendido, y conoce la crueldad, pero también la amistad, con lecciones muy duras la vida le enseña la lógica injusta del entorno que le rodea en la gran escuela, donde los débiles son maltratados y no hay un lugar para la esperanza.
¿Qué es el hombre sino el resultado de su historia? El inocente pupilo de la vida, de la educadora más vil y desalmada, pero efectiva; siempre nos hiere, pero aprendemos ¡Oh claro que aprendemos!
En el andar solitario muchos quieren contar su historia, pero pocos se atreven a hacerlo con sinceridad; un recurso escaso, al borde de la extinción; algo negado para los ordinarios y egoístas.
El príncipe de mimbre trata entonces de la vida de un alumno, al que la vida le instruye con particular saña; y aun así se empeña en no dejar morir la esperanza; aunque por momentos olvida que en la cima del mundo cuando él mira al abismo, el abismo lo mira a él.
La fragilidad del mimbre se va moldeando con los golpes y el príncipe que tiene un fuerte desarraigo jamás se siente parte del entorno, padece de impertenencia, pues venir de una tierra lejana nunca es fácil.
Para todos aquellos niños que han sufrido bullying y sepan que no están solos, la historia del príncipe de mimbre nos invita a conocer el corazón abierto de un joven que todos los días libra fuertes batallas por salir avante y sobrevivir.
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