Fuente de Piedra

Los siguientes tres años me acompañó esa imagen de la de la Mujer de Jade, no sabía si era ella o si nunca había estado allí. Recorrí las carreteras del aire desde Lago Salado hasta Tijuana, para terminar en el fin del mundo; Carballino.

Era como si el universo fuera finito, pues en el Barrio de Flores se terminaba el mundo, o más bien empezaba. Allí donde estaba la fuente, donde brotaba agua, era el principio, justo allí, en esa fuente de piedra comenzaba mi reinado, el del Príncipe de Mimbre.

Miraba ese sol resplandeciente que atravesaba los cielos, juro no haber visto objeto tan grande en mi vida, bajaba por esa carretera de piedra, o de asfalto; que al bajarla corriendo dejaba sentir el desbarajuste del mismo cuerpo, o de la carcacha del abuelo, ya no lo recuerdo, o si, creo que si lo recuerdo, pues es muy fácil recordarlo, en ese pueblo mío ni las piedras se han movido de su sitio.

¿Era yo el mismo? No lo creo, bueno sí, pero solo cuando volvía a casa, era cuando me sentía menos ajeno, aunque la gente me quería convencer de lo contrario, no podían entender lo que es tener dos patrias, o ninguna, más bien ninguna; era el extranjero sin tierra, el príncipe sin reino, a veces era el mismo, a veces no, cuando España me era ajena sentía que mi corazón se había endurecido, también México me era ajeno, pero ya qué más da, soy el producto que la vida ha creado y aquí estoy disfrutando de la fuente de flores, de su agua fresca que es tan libre como yo. Allí en Carballino, mirando su caída que es eterna, como eterno es mi peregrinar.

Todo se repetía, las guerras, los separatismos y la clase política descarada que con las mismas mentiras conseguían el triunfo; por el otro lado seguían los pobres que solo sabían reproducirse y pedir dinero.

En mi largo peregrinar buscaba una mirada compasiva, y encontré la de Alejandra, la Mujer de Jade. Yo lo había dejado todo por ella, pero ella tenía otros sueños y yo me tenía que buscar los míos propios, y es verdad, no hay nada peor que depender de alguien para ser feliz. Venimos a este mundo a aprender desde adentro, todo lo que pensamos se vuelve real, se vuelve tangible, si supiéramos eso cuidaríamos cada pensamiento consciente, pues nadie nos puede privar de nada, nosotros solos nos boicoteamos.

Años atrás me había matado en La Ciudad de Lago Salado la Mujer de Jade, pero algo quedaba de mi, entonces era el momento de renacer o de morir. Tal vez de morir, sí, era momento de partir, lo reflexioné frente a la fuente, miraba su caída de agua con tanta vitalidad y yo colgando la corona en mi reino, ese reino que estaba en ruinas, El Reino de Piedra.

Durante mi vida no había tenido muy buena publicidad, pues era un soñador sin rumbo, y eso de escribir era una tontería, pues una profesión decente es ser médico, ingeniero, abogado; yo soy ingeniero, pero no de los buenos, o al menos eso decían de mí, que me gustaba la fiesta, que no podía estar en un lugar y echar raíces, y tenían razón, lo mejor es echar raíces, pues todo el mundo se parece, cambian algunas cosas, las formas, pero el fondo es el mismo.

Si conoces Carballino conoces el mundo, está comprobado; pues esos madrileños tienen la capital, pero no hay nada que envidiarles, ni su equipo de futbol que genera millones y millones de euros solo por ver a unos cuantos tipos corriendo detrás de una pelota tan redonda como la tierra.

Esas navidades me quedé en España, con mi familia, con la que me crié, pero que poco veía, pues el mundo y sus aventuras me tenían muy ocupado, ¿y ahora? Ahora seguía la despedida, pasando las santas fiestas me iría a un destino que presagiaba el final; Tierra Santa. Para ser exactos Palestina, la tierra de los cananeos, de los enemigos de las 12 tribus, y estaría en medio del conflicto más largo registrado en la humanidad. La guerra que debería aparecer en los record güines.

¿Qué si ya lo había pensado bien? Sí, digo, no, pero al menos lo había pensado, y no se lo conté a nadie. Recuerdo que aquel año nuevo en vísperas de mi partida fuimos después de la cena a un canta bar en Orense; Orense es una ciudad que se encuentra a 15 minutos de donde se originó el mundo (Carballino). Esa noche estaba toda la familia, empezaba el 2010, pero la gente estaba muy sobria, entonces Diego; mi hermano y yo abrimos la noche cantando a dueto una canción de los Hombres G, llamada Venecia.

Era muy gracioso, yo hacía las voces bajas – Io sono il capone della mafia jaja, io sono il figlio della mia mamma, Entonces Diego cantaba en alto – Vamos juntos hasta Italia, quiero comprarme un jersey a rayas, pasaremos de la mafia, nos bañaremos en la playa.

Éramos los únicos que animaban el bar, bueno, Diego, yo, y el ron blanco que toda la euforia nos la cobraría en la resaca, era como venderle el alma al diablo, pero que importaba a estas alturas, había que bailar para ponerle un poco de emoción a la letra de Venecia. Y después de las risas el público el bar se animó un poco más, cantaron Nino Bravo, que sé yo, algunos clásicos y después a bailar hasta el amanecer.

Al día siguiente caminé hasta llegar al Barrio de Flores, su agua era mágica hasta en la resaca, lo curaba todo, desde el dolor de cabeza hasta las temblorinas. Miré mi reflejo en el fondo de la fuente y me puse a recordar si algo había valido la pena en mi vida, mi corazón endurecido y mis pies cansados se apartaron un momento de mi y miré junto a mi reflejo las caras de todos, de mi recién fallecido editor, Erick Valdes, de Alejandra, La Mujer de Jade, de los verdugos del Príncipe de Mimbre, y en los pilares del Reino de Piedra estaban Napo y Lety.

A Napo lo conocí en Haití, me salvó cuando estuve más cerca de la muerte; a Lety la conocí brillando al final de sus días, creo que también me salvó vida. A Napo le dediqué mi primer libro, El Inframundo, que hablaba de las flores que crecen en el desierto y de los rituales ocultos; mientras que Lety me dedicó su vida para que hiciéramos un libro llamado Portavoz de la Miseria, donde su espíritu se hace visible.

Las experiencias más duras me habían traído el mayor aprendizaje, pero ya no quería aprender más, era preferible ser arrogante y necio, vivir en un estado de confort, pues el mundo se está desbarajustando, y digo se está, porque cuando yo llegué a este planeta ya estaba todo así, pues con el dolor nada se arregla.

En el fondo de la fuente, había más caras, Héctor Méndez, quien me acompañó a cruzar puertas para llegar a otros mundos y submundos, tantas personas, tantas historias, tantas voces diciéndome cosas, pero no, no es esquizofrenia, es reflexión.

Mis mayores me decían que no debía escribir, que si no vendía mucho o era un best seller la gente se reiría de mi, pero nadie entendía la cara el éxito, pues si no hubiera escrito nada ¿Qué quedaría de mi?

Mucha gente iba a las librerías a buscar otro tipo de libros como los de superación personal, que te ayuden con el autoestima, que te digan cómo vivir, que hacer para ser feliz, desgraciadamente no hay libros que te ayuden a bien morir, o a desaprender, o a dejarte sorprender por la vida, hemos hecho de este mundo un manual con órdenes y comandos, con trabajos que nos privan de ver los atardeceres, pero que nos dicen que la felicidad es llegar a casa y ver tele.

En esa fuente los miré a todos, y esas fascinantes historias a las que me había llevado al lado salvaje de la vida, el viaje con Héctor Méndez en Haití, que casi nos cuesta la vida, de no ser por Napo que nos ayudó a salir del Inframundo, también la historia de Mi Sangre, que me hacía recordar al primer amor y a la inmadurez, a Ricardo Hernández y sus poesías, a Venecia González que me descubrió y a Natalia Salazar. Mi resurrección en la Tierra de la Involución, la promesa a Lety en el Portavoz de la Miseria, la poesía a Cinthia Ibarra en la Reina del Horizonte y por ultimo las leyendas del Campanario Oscuro en Galicia, para ser exactos en Sagra  y Corcores en mis raíces y antepasados.

Así es como se escribe la vida, algunos la registran, otros no, tal vez había algo mas que contar, bueno eso no me preocupa, si las historias son como el agua de esta fuente no tendrán final.

Era la víspera de marcharme; marcharme otra vez a la última aventura, el destino Palestina y ahora si sobrevivo seguro escribiré un capítulo más de este libro de la vida al que le quedan algunas páginas en blanco.

No sé porque la fuente era lo único que me daba paz, tal vez había una muy parecida en mi planeta, ¿o era la misma? Yo creo que era la misma, en mi Reino de Piedra las cosas estaban tal y como yo las había dejado, solo acumulaba mas historias y recuerdos vertidos en letras, en vida.

Me quedaba en mi Reino de Piedra, mirando mi reflejo en esa fuente de agua interminable, como queriendo ver el futuro en el agua, pero las respuestas eran turbias, el agua cristalina. Entonces mirando la caída eterna del agua, que como dije era eterna, como eterno se volvió mi peregrinar.


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