OLY-OLY

La conocí de la manera más extraña, caminaba con mis tenis rojos y de pronto encontré su mirada, solo pequeñas pistas de Oly-Oly, no la podía descifrar bien, eran como colores delgados que se conectaban entre sí para perderse en un fondo negro, tan negro como cuando desconocemos toda una historia, tan profundo como cuando andamos a ciegas hablando con una encantadora extraña.
Confieso que fue una cita a ciegas, pero tuvo un segundo encuentro. Me presentó a su mejor amiga; o tal vez esa mejor amiga significaba algo más en su vida, era como su hermana; audaz y calculadora, Dorotea si no mal recuerdo, me analizó como si fuera un escáner y quiso descifrar mi misteriosa historia sin tener éxito.
Dorotea era fuerte, de carácter dominante, se jugaba un pulso con la vida; era dura, pero se intentaba mostrar amable, parecía que alguien invadía su territorio, pero aun así me dejó pasar.
Oly-Oly y yo hicimos click, pero un fantasma de mi pasado y de mi presente se interponía entre nosotros. En la tercera cita fui a ese bar en donde servían bebidas… ¿Cómo decirlo? más artesanales. Dorotea estaba en la barra y nos preparaba el elixir de la embriaguez mientras Oly-Oly  y yo bebimos hasta dejar que las dos oscuras historias se conectaran hasta lo más íntimo.
El bar olía a madera, era café como sus tablas cicatrizadas, parecía que el polvo se quedaba entre mis manos. Era un viaje al pasado, tal vez asemejado a una caballeriza, de paredes rancias, no puede tapar las tristezas de la gente que ahogan sus penas en alcohol, los espejos opacos son el reflejo de los años que eran buenos y no lo serán más.
Las baldosas del suelo resignadas a la suciedad se negaban a mostrar su color original; y se conformaban con el tatuaje amarillento de miles de pasos, pasos ignorantes, indolentes, ebrios trastabilleos; tenue a lo lejos, apenas podía distinguirse la gente que estaba bebiendo en las mesas, allí tan distantes de la barra.
 En ese fondo oscuro resaltaban las bebidas de colores, había una de canela que era roja, la de jalea era rosa, los tintes de mezcal de moras eran muy suaves con un resplandor morado; y el de 38 grados era totalmente transparente como ella. Eran pócimas que se mezclaban en mi razón despertando un mundo de colores.
Todas servidas en vaso de boca ancha, porque la degustación se hacía acompañar de su peculiar aroma, mientas mi olfato y corazón se perdían en los ojos de Oly-Oly, quien acababa de confesarme que el fantasma de colores (como ella lo llamaba) se había aparecido dos veces en su vida, la primera, sin saber que yo existía, la segunda con el conocimiento de quien era.
Oly-Oly desplomó sus parpados, cerró su mirada y pidió perdón desde lo más profundo de su corazón, le pidió bendiciones en una luz nítida que iluminaba su vida. Claro, a Dorotea, por quien sentía mucha gratitud y cariño. Aunque a veces no concordaban, evitaba juzgarla, pues cada quien da lo que tiene dentro, somos un reflejo de nuestros defectos y virtudes.
Recuerdo parte de lo que pasó, pero esa pequeña parte fue el todo; las cámaras nos sorprendieron junto con la madrugada. Éramos Oly-Oly y yo con el alma en paños menores. Dorotea llamó a Oly-Oly para decirle que en su bar habíamos hecho un tremendo escándalo, ese acto de entrega en las cámaras se veía tan brusco, éramos como dos animales devorándonos en el suelo de la entrada para terminar en el baño; esas baldosas olvidadas recuperaron su color por unos minutos.
Esos destellos de luz llegaban a mi mente, pero el video era claro, aunque tenue en su imagen. Dorotea se enfadó mucho y dijo que si sus jefes veían ella grotesca película le podían cerrar el bar, la podían despedir, nos describió como un par de degenerados fornicando en la calle y en el baño. Pero a pesar de su enfado nos ayudó.
Dijo montón de mentiras para poder tener acceso al cerebro de la máquina y borrar el video, según nos dijo lo logró.
¿Arrepentido? No lo sé, los sentimientos no pueden ser grabados por ningún lente conectado a cables.
Dorotea le presentó a Oly-Oly uno de mis fantasmas, y ella reaccionó con desconcierto, estaba tan arrepentida que parecía no quererme volver a ver, su voz ya no era suave ni cálida, era otra Oly-Oly.
Tiempo después encontré a Dorotea, nunca pensé que su mirada de justiciera me hiciera justicia, pero lo hizo, me vio mal y en malos pasos, con mis pecados a cuestas. Habló con Oly-Oly y le dijo – El día que un hombre te trate como yo, ese día seré feliz –
Oly-Oly había perdido su empleo y empezó a trabajar al servicio de Dorotea; después de un tiempo la vida nos volvió a reencontrar en un viejo teatro donde se presentaba un escritor, fue incomodo, tal vez bochornoso, Pero no por Oly-Oly, sino por Dorotea; quise saludarla y ella simplemente me ignoró, le hablaba y apenas me contestaba, yo no entendía nada.
Oly-Oly empezó a sentirse muy incómoda. El conferencista hablaba de lo que debíamos hacer para ser mejores y el público comenzó a dar sus respuestas, Dorotea no se quedó callada y dijo – Hay que ser más hombres –
Me levanté de la vieja butaca y salí, caminé a través del viento, rompiendo todos esos colores de la historia que me sumergían en el fondo negro, caminé por la noche a través de las ocurras calles para entender, pero no tenía nada que entender, era como estar en la corte, donde los condenados mentían.
Nuestra historia fue algo que creció como las llamas y se apagó como cuando el viento se convierte en brisa, me acosté mirando al cielo y recordé lo que pude, con menos detalle que las cámaras, pero con el corazón más resignado.
No quería ser uno más Oly-Oly, y me convertía en uno menos. Sonó el teléfono y era ella; la cálida y dulce voz de Oly-Oly me llamaba con ese apodo característico; estaba triste, lloraba y me dijo – Lo siento tanto, Dorotea se portó muy mal, tenía tantas ganas de abrazarte, de abrazarte tan fuerte y no soltarte más –
No le pude responder aunque sentía lo mismo. Oly-Oly estaba inquieta y me dijo – Tengo una profunda tristeza porque como sabes Dorotea me da trabajo, dependo de ella para muchas cosas, está enojada contigo, me dijo que no eres sincero, que solo querías aprovecharte de mí, que ella me quiere tanto y no lo soportará, no dejará que me hagas daño  –
El silencio me la arrebató – Lo sé, (LE DIJE) Dorotea está enamorada de ti –
Oly-Oly lo reconoció entre el asombro y la resignación, me dijo que a Dorotea le gustaban las mujeres y que no la podía dejar por el trabajo, que tenía que fingir, viviendo una historia que no tenía pies ni cabeza.
De pronto todo volvió al fondo oscuro cuando Dorotea abrió la puerta de la recamara de Oly-Oly para interrogarla y escuché como se desconectaban las líneas que me dejaban oír su voz.

Oly-Oly, ¿dónde estás? Después de todo lo vivido, tal vez en otra vida nuestros colores sean destellos de grados y matices idénticos, sin fantasmas ni jueces, para poder caminar por fin tomados de la mano y lanzarnos juntos a un camino sin rumbo.

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